sábado, 28 de diciembre de 2013

El secreto del Palacio de Congresos (Cap I)



(Oh, la renuncia, ayer, del conseller Delgado  me ha desmotivado para seguir)



Me llamo Miguel Ángel Fernández, soy el consejero de Turismo del Gobierno de las Islas Baleares y, como todos mis antecesores, recibí una carpeta muy especial durante las negociaciones del traspaso de poderes. Me la entregó personalmente Carlos Bizarro. Me había llamado por teléfono días atrás, antes incluso de que trascendiera que el presidente me iba a proponer para el cargo. “Tenemos que hablar, es importante que nos veamos antes de que me sustituyas”, me dijo. Le respondí con la primera pregunta que me vino a la cabeza: “¿Me vas a contar los motivos por los que tampoco acabasteis el Palacio de Congresos y qué habéis estado haciendo ahí todos estos años?” “Algo así”, me respondió.

Me vi con Bizarro a la mañana siguiente, cuando algunos periódicos ya daban mi nombre como posible consejero y el digital Mallorca.com, vinculado a la federación hotelera destacaba mi “buena relación con el sector”. Bizarro habló sin rodeos: “Tu sabes que, desde 1983, el primer cargo del Gobierno que se decide, antes incluso que el de presidente, es el del consejero de Turismo. Todo eso tiene una explicación, que lo deciden desde muy arriba y que, quien nos elige, lo hace para que sigamos un plan preconcebido. Por un lado, el turismo es nuestra primera industria pero, por otro, estamos aquí para administrar una información de mucho valor y para que la trasmitamos a quienes nos sucedan mientras llegue lo que, más pronto o más tarde, tiene que ocurrir”. Y me preguntó: ‘¿Qué sabes de Valeriano Prade?

Yo nunca tuve ocasión de hablar con el capitán Valeriano Prade pero se lo que todo el mundo, que es un personaje de leyenda vinculado a los orígenes del turismo de masas en Baleares, que su nombre está unido todos los proyectos, que un barco de la Trasmediterránea llevó su nombre, que una sala del aeropuerto está dedicada a su obra, que el primer gobierno autónomo lanzó unas becas con su nombre y que el palacio de congresos le tiene reservado un espacio en el sótano, oculto tras una cámara acorazada. A su funeral vino un ministro de Felipe González y tiene todas las condecoraciones posibles. Lo que desconocía totalmente es que hubiera escrito unas memorias y que yo iba a ser una de las pocas personas en leerlas.